En el 88, uno transitaba en ese tiempo de las flores particular que fue desde que cumplí con la Universidad hasta que comencé la mili, cuando una tarde escuché en la radio "Welcome to the Jungle". No soy muy de impulsos pero tuve que ir inmediatamente a pillar el disco. Esa sensación sólo me había ocurrido la primera vez que escuché a ACDC, Leño, Metallica, y años después a Nirvana.
Las bandas norteamericanas de los ochenta eran unas máquinas de hacer hard rock. Amparados en su estética glam, llevaban más allá de los límites racionales, tanto en sus canciones como en su actitud, el viejo y manido lema de “sexo, drogas y rock and roll”. Bandas, discos, temas y grandes conciertos que a esas alturas de la década tenían próxima su fecha de caducidad.
Guns N’ Roses no inventaron nada, pero la historia les había reservado el honor de ser una de esas bandas que cada equis tiempo tienen la obligación de realizar el imprescindible cambio generacional. Eran jóvenes, tenían talento y ganas de comerse el mundo. Se les puede criticar, si queréis (ojo, no seré yo quien lo haga), su actitud, estética, excesos, desmanes, o incluso su discografía posterior, pero no que se marcaran uno de los mejores discos del rock: Appetite for Destruction.
Una sucesión de potentes riffs, solos, y estribillos pegadizos, que no dan ni un solo segundo de tregua. Su salvaje sonido entra y empieza a revotar por el interior de todo tu cuerpo haciendo que no pares de disfrutar. Doce temas cargados de violencia, sexo, drogas y mucho, mucho, mucho, mucho rock: "Welcome to the Jungle", nos da una espectacular bienvenida, "It’s so last", "Nightrain", "Out ta get me", "Mr. Brownstone" y "Paradise city", que termina la cara A. Damos la vuelta al disco y suenan: "My Michelle", "Thina about you", "Sweet child o’mine", con la que se llega al éxtasis, "You’re crazy", "Anything goes" y "Rocket Queen", con su morboso minuto 2,30.
¿Qué Axl, Izzy, Slash, Adler y Duff (olé por los Simpson) se vuelven a juntar? ¿Qué no? ¿Qué cae un chaparrón? Me da absolutamente igual, ellos verán. Ahí quedan sus discos. Como banda creo que se les escapó el tiempo. Yo me conformo con seguir la introvertida pero extraordinaria carrera en solitario de Izzy Stradlin, así como la exitosa y mediática, pero no menos interesante, trayectoria de Slash.
Para este #FFVinilo os traigo dos discos por el precio de uno: la primera edición española (WEA-1988) con la carpeta original de Robert Williams en la que aparece el censurado robot violador, y una irresistible reedición, con la segunda portada del crucifijo con los cráneos de los miembros de la banda y un bonito vinilo amarillo, que incluía también una camiseta.
Saludos. Buen finde.
Las bandas norteamericanas de los ochenta eran unas máquinas de hacer hard rock. Amparados en su estética glam, llevaban más allá de los límites racionales, tanto en sus canciones como en su actitud, el viejo y manido lema de “sexo, drogas y rock and roll”. Bandas, discos, temas y grandes conciertos que a esas alturas de la década tenían próxima su fecha de caducidad.
Guns N’ Roses no inventaron nada, pero la historia les había reservado el honor de ser una de esas bandas que cada equis tiempo tienen la obligación de realizar el imprescindible cambio generacional. Eran jóvenes, tenían talento y ganas de comerse el mundo. Se les puede criticar, si queréis (ojo, no seré yo quien lo haga), su actitud, estética, excesos, desmanes, o incluso su discografía posterior, pero no que se marcaran uno de los mejores discos del rock: Appetite for Destruction.
Una sucesión de potentes riffs, solos, y estribillos pegadizos, que no dan ni un solo segundo de tregua. Su salvaje sonido entra y empieza a revotar por el interior de todo tu cuerpo haciendo que no pares de disfrutar. Doce temas cargados de violencia, sexo, drogas y mucho, mucho, mucho, mucho rock: "Welcome to the Jungle", nos da una espectacular bienvenida, "It’s so last", "Nightrain", "Out ta get me", "Mr. Brownstone" y "Paradise city", que termina la cara A. Damos la vuelta al disco y suenan: "My Michelle", "Thina about you", "Sweet child o’mine", con la que se llega al éxtasis, "You’re crazy", "Anything goes" y "Rocket Queen", con su morboso minuto 2,30.
¿Qué Axl, Izzy, Slash, Adler y Duff (olé por los Simpson) se vuelven a juntar? ¿Qué no? ¿Qué cae un chaparrón? Me da absolutamente igual, ellos verán. Ahí quedan sus discos. Como banda creo que se les escapó el tiempo. Yo me conformo con seguir la introvertida pero extraordinaria carrera en solitario de Izzy Stradlin, así como la exitosa y mediática, pero no menos interesante, trayectoria de Slash.
Para este #FFVinilo os traigo dos discos por el precio de uno: la primera edición española (WEA-1988) con la carpeta original de Robert Williams en la que aparece el censurado robot violador, y una irresistible reedición, con la segunda portada del crucifijo con los cráneos de los miembros de la banda y un bonito vinilo amarillo, que incluía también una camiseta.
Saludos. Buen finde.
Demoledora la intro de Sweet Child ...
ResponderEliminarQue buenos recuerdos. Y efectivamente como abren dices: la banda a la que se le escapo el tiempo.
En fin, me quedo con un puñado de buenos temas.
Muy buen post Paco
Gracias Doc. Buenos recuerdos vividos y los que nos quedan por vivir con esos buenos temas que no dejaremos de escuchar.
Eliminar