Hoy rescato del borrador de RRÑR una entrada que publiqué allá por noviembre de 2013 en el blog Zeppellin Rock del amigo Ángel. Casi 5 años después, este trabajo de los Burning me gusta más, si cabe, que antes.
Siendo un chaval, nada más llegar a casa tras largas mañanas de trastadas en el colegio y tardes asilvestradas entre los límites territoriales del barrio, me pillaba el viejo radiocasete de baquelita negra que no paraba de sonar en todo el día (noticias, novelas y fútbol en la radio) y me pasaba horas, antes de entregarme a Morfeo, escuchando cintas cien veces grabadas con temas de Cucharada, Topo, Morís, Leño, Asfalto, Triana, Ramoncín y, sobre todo, de los Burning.
Siendo un chaval, nada más llegar a casa tras largas mañanas de trastadas en el colegio y tardes asilvestradas entre los límites territoriales del barrio, me pillaba el viejo radiocasete de baquelita negra que no paraba de sonar en todo el día (noticias, novelas y fútbol en la radio) y me pasaba horas, antes de entregarme a Morfeo, escuchando cintas cien veces grabadas con temas de Cucharada, Topo, Morís, Leño, Asfalto, Triana, Ramoncín y, sobre todo, de los Burning.
Por aquel entonces, éstos últimos publicaban su segundo álbum y uno de los mejores trabajos del rock nacional de siempre, El fin de la década -al que también he dedicado una entrada-. Acababan los tristes y asfixiantes setenta y llegaban los desenfrenados y democráticos ochenta.
Hemos vivido desde entonces tres cambios de década, incluido uno de milenio, y tras doce años desde el último trabajo de estudio, Johnny Cifuentes de nuevo se echó a sus espaldas la banda madrileña, con todo lo mucho que ello supone, y se marca Pura sangre, un coche de carreras cargado de ese rocanrol que el grupo ha mantenido a lo largo de los años al margen de los vaivenes de estilos y directrices que han dominado la industria musical: rocanrol guitarrero, de indisimulada influencia estoniana, en el que se cuentan historias cercanas, sencillas o complicadas, pero todas reales, tanto en agitados temas, medios tiempos y baladas.
El álbum, cuya portada me recuerda al Animalize de los Kiss, compuesto, cantado y “tecleado” en todos sus temas por Johnny, comienza como dios manda, de fiesta en un bar a base de rocanrol y lo que te llegue en vidrio desde la barra. En concreto, en un garito allende los mares, el bonaerense “Willie Dixon”, al que se promete pronta vuelta.
Cambiamos de ritmo con “Demasiando sucio”, un medio tiempo con aires country en el que la voz de Johnny toma ese tonillo auténtico y macarra, que bien lo hubiera firmado el mismísimo Lou Reed. Este ritmillo country tan pegadizo, que supone un toque novedoso, lo volvemos a saborear más adelante en como “Águilas”, en el que destaca un buen solo de saxo, y en “Al final de la botella”, el penúltimo tema del disco, donde la batería se deja sentir y donde la letra deja bien claro de qué va todo esto: juerga, alcohol, pasión y rock.
Y cómo no, esos medios tiempos, tan del agrado del personal, llegan de la mano de “Corre Conmigo”, un tema delicioso, en mi opinión de los mejores del álbum, en la que se disfruta con gusto las guitarras.
Y con “Bestia Azul” llega en todo su esplendor la adicción por sus Satánicas Majestades a base de endiablados riffs y demoníacos coros demostrando de qué va todo esto.
Para que un disco de los Burning sea completo, es decir todos, no podían falta un par de nostálgicas baladitas, que esta vez tienen en común un color, el rojo, el de la sangre manada del corazón que siempre se ha dejado en sus composiciones y en el escenario Johnny y cía. La primera da título al álbum: “Pura sangre”.
Y tras la calma, suenan de nuevo los rocanroles de toda la vida. “Tu te lo llevas todo”, el más Burning de todos, y luego el vacilón y pegadizo “Todo a cien”. Tras ella llega la segunda balada del disco “Dejarlo que sangre”... si escuchas un rock, será lo mejor… La función se acaba como empezaba, con auténtico rock. El de “Dolor”, el que nos da terminar el álbum, con buenos arreglos de violín y mejor teclados.
Los tiempos gloriosos quedan lejanos y la cuestión no está en comparar, sino en valorar lo que estamos escuchando y yo lo tengo claro. Pura Sangre es un disco muy completo, rock rotundo hecho con el corazón y, ojo, con mucho oficio (acompañan a Johnny, Eduardo Pinilla y Pitu (Alfredo Expósito) a las guitarras, Carlos Guardado al bajo, Kacho Casal a la batería y Maikol al saxo), de ahí su calidad, que mantiene a muy buen nivel el sonido, temática y el estilo propio que siempre tuvo la banda, de la que tuve la oportunidad de disfrutar en el antiguo Palacio de los Deportes.
Lista de canciones:
1. Willie Dixon
2. Demasiado sucio
3. Corre conmigo
4. Bestia azul
5. Pura Sangre
6. Tú te lo llevas todo
7. Águilas
8. Todo a cien
9. Dejarlo que sangre
10. Al final de la botella
11. Dolor
No hay comentarios:
Publicar un comentario