Ambiente rockero en los aledaños del Teatro Arteria Coliseum en la Gran Vía madrileña. Mucha camiseta negra de Rosendo y mucha también, cómo no, de Leño. Sentimientos encontrados.
Mezcla de generaciones en el patio, anfiteatro y platea, que estaban a tope. Incondicionales de toda la vida y bastante gente joven.
Con puntualidad “carabanchelera”, a las 21,00 horas sonaban los primeros acordes de “De nada más”. El escenario totalmente limpio, sin atrezzo, con las luces y el equipo de sonido necesario. Sobre él saltaron, mirando al escenario, a la derecha Mariano, el batería; Rafa con su bajo a la izquierda y el gran Rosendo, en el centro, con su inseparable guitarra. Una formación clásica de rock ¿Para qué más?
Tras el habitual saludo “Buenas noches Madrid”, fueron sonando los temas con la peña un poco espectante, emocionada por el momento, sentaditos en nuestras butacas cantando y aplaudiendo el buen hacer de Rosendo. Con “Del pulmón” hicimos el primer amago de ponernos de pie y acercarnos al escenario, cosa que se produjo unos minutos después cuando apareció Rodrigo, el “nene” de Rosendo, cómo él lo denominó, para cantar “El alma se colma” (creo, que alguien me corrija si no es así - Corregido por parte de una visitante. Gracias).
A partir de aquí la cosa fue a más, como el sonido que empezó flojo. “Salud y buenos alimentos” y “Puedo ser más eficaz” desató al patio, nunca mejor dicho. Coser y cantar.
Rosendo sigue en forma. Tras dedicar el tema de Leño “Entre las cejas”: "una canción de hace un puñao de años que dedico a los mayores y a los demás", fueron sonando todos sus himnos: “Flojos de pantalón”, “Locos por incordiar”, etc., hasta “Agradecidos” que, en principio, despedía el concierto.
Tras los clásico reclamos “Rosendo, Rosendo” y “oe, oe, oe, oe, oe”, llegó otro guiño al personal: “La Fina”, esa que “no es fina, si no estrecha”, y tras ella "Y dale", “No hay razón”....
Pero faltaba la apoteosis. Con los primeros acordes de “Maneras de vivir”, por arte de magia aparecia en el escenario el maestro Miguel Ríos para sorpresa de Rosendo, que dijo “no saber nada” y, tras una veintena de canciones y dos horas de concierto, marcarse entre ambos la mejor versión de este tema que uno pueda soñar.
Concluyendo, un gran concierto marcado por la personalidad y la profesionalidad del mejor músico de este país, un gran guitarrista (cuestión que pasa desapercibida), mi artista preferido, el que no tiene rival: Rosendo Mercado.
P.D.: Todo ello con cervecitas incluidas, que conste, ya que se vendía y se podía consumir dentro del Teatro.